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FEDERICO GARCÍA LORCA Y GRANADA (Poemas y otras cosas)























Recuerdo aquel primer viaje a Granada. Iba tras la poesía, que para mí es parte de un todo, tras un sueño, que en su momento es todo. No sabía hasta que punto la Granada de Lorca marcaría mi existencia. Me sentí intensamente viva, con los sentidos exaltados, los aromas, la música, las imágenes, las procesiones, La Alhambra y esa mágica esencia poética en sus paredes, patios y jardines, en sus sonidos y silencios. 
Federico García Lorca ha sido mi inspiración, en la adolescencia encontré en los libros de texto sus poemas y a mi imaginación le salieron alas.
Conocer el entorno que envolvió su niñez y juventud ha sido una experiencia hermosa. Su genio creador, "duende" dirían los andaluces, creó la mejor poesía de su tiempo, desde mi punto de vista, la que más sensibilidad por su "tierra" expresa, porque no solo es un canto a Granada y su gente, sino a Andalucía, a España. Es un  canto a la vida.

Cuánto me gustas Federico y cómo le has dado a mi vida motivos para sentir.




















Aquí dejo un recuerdo de la Granada de Lorca, de La Alhambra, El Albayzín, de los gitanos, para todos los que amamos la poesía.

En Granada todo se mira en verso
En sus calles sembradas de leyendas
los rayos de sol caminan,
hacen la siesta en los tejados
y esparcen el aroma de azahar
por el aire luminoso de la aurora.

En Granada el alma empequeñece
al escuchar los murmullos del Darro.
En su espuma peregrinan los nostálgicos
secretos de la Alhambra
y el llanto de Boabdil navegando
en una mortaja hacia la historia.

Es Granada arrebato de sentidos
al atardecer cuando el cielo inventa alegorías
con su aliento de espadas.
Entre la bruma germinal
las sombras cabalgan con la mirada baja.
El alma se sostiene en el filo de los párpados
mirando hacia el río
donde la luna se fragmenta.

Victoria Luna



Si no fuera porque en Granada
la historia murmura en cada esquina.

Si no fuera porque la vida salta
de pared a pared, de río a río.

Si no fuera porque bailan al ritmo de la luna
y cantan con la fuerza del último rey moro
llorando su destierro.

Si no fuera porque estás ahí (como un libro)
negaría estas ganas de sentir
el tiempo reanimado en las venas.

Si no fuera porque se repite este eco
que mantiene viva una historia ceñida
en tu universal abrazo.

Victoria Luna


ESA MUJER TODO LO MIRA
Los barrios blancos, las calles empedradas
donde la vida germina,
los naranjos de abril 
esparciendo su aroma
por todos los rincones.

Sus pasos persiguen  historias,
leyendas  grabadas en paredes
y filigranas de tiempo.

Ella todo lo escucha.
La sinfonía del agua 
que fluye para bañar fuentes y jardines
donde quedaron prisioneros los recuerdos.

Peregrina de ensueños bordea El Darro,
reconstruye entre baldosas, 
la gloriosa existencia del señorío morisco
y la vívida gracia de la ciudad de hoy.

Ella todo lo percibe
Los mágicos laberintos
donde el pasado y presente se confunden
en apasionado bullicio.
En los bares, la gente aviva sus charlas cotidianas
y  a lo lejos el dolor del cante jondo estremece
Los Palacios Nazaríes.

Esa mujer
se detiene en el sosegado Paseo del Genil
murmura un poema de Lorca -un ojalá-
y en el río donde la luna se refleja
cierra los ojos para guardar la imagen.

Victoria Luna

El Huerto de San Vicente (foto tomada de internet)




POEMAS DE LORCA


Pequeño vals vienés


En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.

Este vals, este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.

Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.

En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados,
hay frescas guirnaldas de llanto.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.

Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals, este vals del "Te quiero siempre".

En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orillas tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.

GRANADA

Granada, calle de Elvira, 
donde viven las manolas, 
las que se van a la Alhambra, 
las tres y las cuatro solas. 
Una vestida de verde,
otra de malva, y la otra, 
un corselete escocés 
con cintas hasta la cola. 

Las que van delante, garzas 
la que va detrás, paloma, 
abren por las alamedas 
muselinas misteriosas.
¡Ay, qué oscura está la Alhambra! 
¿Adónde irán las manolas 
mientras sufren en la umbría
el surtidor y la rosa? 

¿Qué galanes las esperan? 
¿Bajo qué mirto reposan? 
¿Qué manos roban perfumes 
a sus dos flores redondas? 

Nadie va con ellas, nadie; 
dos garzas y una paloma. 
Pero en el mundo hay galanes 
que se tapan con las hojas. 
La catedral ha dejado 
bronces que la brisa toma; 
El Genil duerme a sus bueyes 
y el Dauro a sus mariposas. 

La noche viene cargada
con sus colinas de sombra; 
una enseña los zapatos 
entre volantes de blonda;
la mayor abre sus ojos 
y la menor los entorna. 

¿Quién serán aquellas tres 
de alto pecho y larga cola? 
¿Por qué agitan los pañuelos? 
¿Adónde irán a estas horas? 
Granada, calle de Elvira, 
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra, 
las tres y las cuatro solas. 



CANCIÓN OTOÑAL

Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas,
pero mi senda se pierde
en el alma de la niebla.
La luz me troncha las alas
y el dolor de mi tristeza
va mojando los recuerdos
en la fuente de la idea.

Todas las rosas son blancas,
tan blancas como mi pena,
y no son las rosas blancas,
que ha nevado sobre ellas.
Antes tuvieron el iris.
También sobre el alma nieva.
La nieve del alma tiene
copos de besos y escenas
que se hundieron en la sombra
o en la luz del que las piensa.

La nieve cae de las rosas,
pero la del alma queda,
y la garra de los años
hace un sudario con ellas.

¿Se deshelará la nieve
cuando la muerte nos lleva?
¿O después habrá otra nieve
y otras rosas más perfectas?
¿Será la paz con nosotros
como Cristo nos enseña?
¿O nunca será posible
la solución del problema?

¿Y si el amor nos engaña?
¿Quién la vida nos alienta
si el crepúsculo nos hunde
en la verdadera ciencia
del Bien que quizá no exista,
y del Mal que late cerca?
¿Si la esperanza se apaga
y la Babel se comienza,
qué antorcha iluminará
los caminos en la Tierra?

¿Si el azul es un ensueño,
qué será de la inocencia?
¿Qué será del corazón
si el Amor no tiene flechas?

¿Y si la muerte es la muerte,
qué será de los poetas
y de las cosas dormidas
que ya nadie las recuerda?
¡Oh sol de las esperanzas!
¡Agua clara! ¡Luna nueva!
¡Corazones de los niños!
¡Almas rudas de las piedras.
Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas
y todas las rosas son
tan blancas como mi pena.



QUIEN PUDIERA DESHOJAR

Yo pronuncio tu nombre
en las noches oscuras,
cuando vienen los astros
a beber en la luna
y duermen los ramajes
de las frondas ocultas.
Y yo me siento hueco
de pasión y de música.
Loco reloj que canta
muertas horas antiguas.
Yo pronuncio tu nombre,
en esta noche oscura,
y tu nombre me suena
más lejano que nunca.
Más lejano que todas las estrellas
y más doliente que la mansa lluvia.

¿Te querré como entonces
alguna vez? ¿Qué culpa
tiene mi corazón?
Si la niebla se esfuma,
¿qué otra pasión me espera?
¿Será tranquila y pura?
¡¡Si mis dedos pudieran
deshojar a la luna!!


ALBA

Mi corazón oprimido
siente junto a la alborada
el dolor de sus amores
y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
semillero de nostalgias
y la tristeza sin ojos
de la médula del alma.
La gran tumba de la noche
su negro velo levanta
para ocultar con el día
la inmensa cumbre estrellada.


¡Qué haré yo sobre estos campos
cogiendo nidos y ramas,
rodeado de la aurora
y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
muertos a las luces claras
y no ha de sentir mi carne
el calor de tus miradas!

¿Por qué te perdí por siempre
en aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
como una estrella apagada.


HAY ALMAS QUE TIENEN

Hay almas que tienen
azules luceros,
mañanas marchitas
entre hojas del tiempo,
y castos rincones
que guardan un vejo
rumor de nostalgias
y sueños.

Otras almas tienen
dolientes espectros
de pasiones. Frutas
con gusanos. Ecos
de una voz quemada
que viene de lejos
como una corriente
de sombra. Recuerdos
vacíos de llanto
y migajas de besos.


Mi alma está madura
hace mucho tiempo,
y se desmorona
turbia de misterio.
Piedras juveniles
roídas de ensueño
caen sobre las aguas
de mis pensamientos.
Cada piedra dice:
"¡Dios está muy lejos!"


BALADILLA DE LOS TRES RÍOS 
A Salvador Quintero 

El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo. 

¡Ay, amor,
que se fue y no vino! 

El río Guadalquivir
tiene las barbas granates.
Los dos ríos de Granada
uno llanto y otro sangre. 

¡Ay, amor,
que se fue por el aire! 

Para los barcos de vela,
Sevilla tiene un camino;
por el agua de Granada
sólo reman los suspiros. 

¡Ay, amor,
que se fue y no vino! 

Guadalquivir, alta torre
y viento en los naranjales.
Dauro y Genil, torrecillas
muertas sobre los estanques. 

¡Ay, amor,
que se fue por el aire! 

¡Quién dirá que el agua lleva
un fuego fatuo de gritos! 

¡Ay, amor,
que se fue y no vino! 

Lleva azahar, lleva olivas,
Andalucía, a tus mares. 

¡Ay, amor,
que se fue por el aire! 


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