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MONÓLOGOS


Sublime apendejamiento

Ay, Victoria. Cómo es posible que no hayas podido responder la pregunta que te hizo Marco, tan directa y a rajatabla, ¿Sería por eso?
Hace unos días platicando con mis amigos de la muerte y enfermedades que nos ponen en contacto con ella, me hicieron una pregunta que me dejó muda. Quise decir que uno un día se tropieza con esa línea donde retroceder o tener miedo es imposible, un parte aguas que cambia la vida,  la mirada ya no es la misma, menos las expectativas y por si fuera poco tomar la decisión  de vivir el hoy a partir de ayer, pero siempre hacia el mañana. No se sí me estoy explicando. Tenía 36 años y ya la vida me enseñaba que el dolor se enfrenta con una actitud decidida, positiva, sin miedo, y cómo no hacerlo si tenía a mis hijos esperando tras la puerta, yo les tenía que enseñar que así como hay alegría también hay dolor y que el miedo que estaban sintiendo era un monstruo que no era fácil de vencer, porque yo también lo sentía, no por mi, sino por ellos. Que difícil ponerlos en contacto con la idea de la pérdida, pero sigo aquí.
Marco, que es médico, me miró esperando respuesta y no pude decir ni pío. Las palabras se me hicieron una bola de letras y se atoraron en la garganta, ahí se quedaron un buen rato provocándome dolor, sentí como si se fueran deshaciendo poco a poco y resbalaran al estómago.
Marco, quise decirte que sí cambio mi filosofía de vida: comencé a vivir con mucha convicción y más conciencia de lo que significa vivir.  Ahora mis retos son a corto plazo y me empeño en lograrlos uno a uno, ¿y sabes que?, los logro. Mis ojos se regocijan con más facilidad, disfruto de lo que me rodea, me apasionan más cosas comenzando por mi familia, mi trabajo y mis amigos, me gusta estar en contacto con la naturaleza, ver el cielo de noche, convivir con las personas que quiero, acomodarme en el silencio de mi casa y meditar, pensar, leer y escribir, escuchar música. Siempre estoy haciendo algo nuevo, lo inquieta no se me quita ni lo curiosa, ya no me desborda la alegría, soy más ecuánime y esto no quiere decir que no sea alegre, sino que ahora soy más reflexiva, más silenciosa porque me gusta escuchar más.
Esto, amigos míos, es para ustedes que no obtuvieron respuesta en el momento de nuestra conversación aquella tarde. La mudez me invadió y no supe explicar con claridad lo que ha sido para mí haber pasado por un momento radical y superarlo,  también superar las consecuencias.
Fue un momento de mucha sensibilidad. Escuchar a Enrique hablar de Martha y de lo difícil que fue pasar por un terrible diagnóstico, el miedo que debió enfrentar junto a sus hijos y el proceso doloroso de perderla, ver su rostro hablar más que sus palabras, me conmovió, y cuando llegó la pregunta de si yo había cambiado después de haber superado esa terrible etapa, ya no supe que decir.
Fue un momento de mucha pendejez.
Gracias Cruz, Ana, Enrique, Marco, Francisco por la alegría que siento cuando estoy con ustedes. Doy gracias por continuar juntos a pesar de todo.
Este momento sucedió en San Francisco del Rincón en casa de Cruz y Marco.
¡Qué día! Comida hecha por Cruz, una gran mujer que cocina delicioso, con la charla de Marco rompiendo paradigmas, Enrique con su mirada serena pero de palabras mordaces, Ana de risa contagiosa y con pasión por los viñedos, los vinos y la vida, y Francisco que vive la ironía y el sarcasmo como bandera. Juntos lo pasamos bien, pero tenemos necesidades especiales.
Necesitamos una lupa porque a veces no encontramos las palabras.

Victoria Luna




A mi amiga Martha

Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes y ¿todavía no me conoces?

Con estas palabras comenzó hoy el sacerdote, y se me vino a la mente el momento en que mis compañeras se sintieron ofendidas cuando dije que me sentía como en un mercado y pensé que nada es coincidencia.  A veces uno cree que estar cerca de las personas nos permite conocernos si no con profundidad, si con algunas claridades, pero no siempre es así, depende del otro, de las circunstancias. Depende también de nuestra historia.
   Dar un taller con algunas personas platicando, saliendo del salón, charlando, no es fácil y usé el ejemplo de un mercado para dar una idea de bullicio. Quise hacer un comparativo y no les hizo gracia, me acusaron de decirles verduleras, como si fuera eso una ofensa jajaja a mí sí me hizo gracia su reacción jajajaja, pero lamento la ofensa, la de ellas, desde luego.
Debo explicar por qué usar un mercado como metáfora de movimiento y bullicio. Un mercado me ofrece imágenes ricas, poéticas, donde todo es movimiento, música, color y aromas. He conocido algunos mercados porque cuando viajo me gusta visitar el lugar donde la gente compra, lo que se vende, lo que se come, porque es parte de la cultura de un lugar. Aquí en León he ido a comer al mercado algunas veces,  sobre todo cuando mis hijos estaban pequeños, a mi esposo y a mi nos gustaba que vieran lo que se produce en su comunidad, un mercado es una oportunidad de aprender. Un mercado ofrece tanto a los sentidos. Es un patrimonio cultural de cada pueblo, lástima que poco a poco vayan desapareciendo, tomando su lugar las supertiendas. En el mercado todo tipo de personas va y viene, mira, saluda, se detiene, sonríe, platica, compra  o vende.
Debo entender que no todas las personas tiene el concepto que yo tengo y que para ellas en un mercado la poesía es impensable y que la relación que hice tiene que ver con gente maleducada. Madre mía, no me conocen a pesar del tiempo trabajando juntas!!!
Por cierto, hoy fui a misa porque hace un año murió una querida amiga.
Al escuchar al sacerdote, fue inevitable pensar en lo sucedido con mis compañeras y en el mercado de El Carro Verde que tanto me gusta, en la pintura de Olga Costa, La vendedora  de frutas, y se llenó de color mi pensamiento, me imaginé a las señoras que venden flores de calabaza, al señor de los camotes en almíbar, a Doña Lupita ofreciéndome un chile relleno.  Hice un recorrido imaginario del templo a la casa de Olga Costa y José Chávez Morado, y pensé que así como a ella la enterraron en una gran maceta con una hermosa planta de siempreviva, también a mi me encantaría.  Luego me fui a Barcelona, al mercado de Las Ramblas, La Boqueria, el mas bello mercado en que he estado, el de Oaxaca, con sus deliciosas antojos tradicionales, el mercado de Marrakech donde los aromas son tan intensos que  se tatúan en el alma, en eso estaba cuando dijo el padre, vamos a darnos la paz, y salí del ensimismamiento, abracé a la amiga que tenía a un lado y di la mano a las personas que estaban cerca.  Me disculpé por mi desconcentración. A veces me pasa que parece que estoy muy atenta pero no, mi imaginación tiene alas y me voy.

Al salir de misa nuevamente me dolió mi amiga, me dolió mi amigo porque sé la falta que ella le hace, me dolieron sus hijos con los ojos enrojecidos. Me despedí para que no me vieran  triste.
Me fui  al mercado, es un buen sitio para olvidar.

Martha, cómo te hubieras reído conmigo y de mí, lo sé.



                                                                                                                                                   





















La felicidad

Hace unos días me preguntaron sin decir agua va, si soy feliz. La pregunta me sorprendió, me pareció absurda, fuera de lugar, sin una intención profunda entre dos personas que se encuentran después de mucho tiempo sin verse. El reconocimiento mutuo debía ser lo más importante en esa brevedad, en aquella banqueta angosta de transeúntes ensimismados. Por respeto mas no con agradecimiento respondí: Sí, soy feliz, gracias, ¿y tú? Después de despedirnos de la breve entrevista, reflexioné en mi respuesta.

Hace veinte años quizá hubiese sido diferente, me hubiera inquietado tan sólo el hecho de la pregunta, ¿a qué se refiere?, ¿qué sabe?, ¿qué querrá que le responda? De niña aprendí que la felicidad depende de lo que haga por los demás. Yo era feliz si ayudaba a mis hermanos, si les compraba lo que necesitaban, si me portaba bien, si estudiaba y mis padres se sentían orgullosos de mí, después, si a mis hijos les daba todo lo que yo no había tenido, si estaba al pendiente de mi esposo, si mis amigas… etc., etc. Realmente todo eso me hizo feliz. He aprendido entre aciertos, tropiezos, buenos y malos momentos, que la felicidad depende de mí, de nadie más, ni siquiera de las circunstancias. Hace algunos años hubiese respondido “soy feliz” y a la par de mi respuesta correr una película de sucesos buenos y malos, porque mi felicidad dependía de mi relación con los otros y de mis circunstancias. Ahora estoy convencida, SOY FELIZ porque he decidido serlo. Soy feliz porque me levanto con esa convicción, porque disfruto lo que tengo, lo que hago, lo que siento, lo que soy.
He leído que la felicidad no existe, que sólo hay momentos felices. Lo que yo creo es que algunas personas rompemos paradigmas cada día y el de la felicidad es uno de ellos.
Quizá la persona que me hizo la pregunta tan imprevista esperaba otra respuesta, quizá quería escuchar un rosario de noticias o quizá no, quizá su interés fue real. Espero encontrarla otro día y con más calma contarle lo que he hecho, cómo me siento, qué expectativas tengo de mi vida y en las que ando, quizá charlemos con un buen café de por medio.
¿Quién me explica eso de que la felicidad es relativa?
Sí, soy feliz en lo cotidiano y también en la complejidad de lo infrecuente.
¿Y tú?







Soliloquio

Hoy no tengo ganas de levantarme, me gusta sentir el roce y la tibieza de las sábanas y prefiero quedarme en cama que mirar la mañana.

Sin embargo la costumbre me obliga, dejo la cama, camino hacia el baño, me paro frente al espejo, como todos los días, y comienza mi soliloquio. Quizá sería mejor decir, comienzo a hablar sola. Por las mañanas no hay nadie con quien hablar, y aunque hubiera, tengo tan arraigada la costumbre que algunas veces lo hago sin darme cuenta. Un día, tan entretenida estaba en mi oficina haciendo no sé qué cosa y no supe en qué momento una amiga entró y se puso a escucharme. Me preguntó, ¿con quién hablas?, claro que tuve que responder -con nadie, es que pienso en voz alta, soy auditiva. Me sentí un poco avergonzada, no por hablar sola sino porque descubrió esa costumbre tan mía.

Mi hija, desde niña, sabe que su madre habla sola. Francisco y mi hijo no creo que se hayan dado cuenta porque procuro ocultárselos, pero si lo saben no creo que les preocupe, conocen mis rarezas. Hasta mi mascota lo sabe, al principio creía que le hablaba a ella, ahora sólo me mira y mueve las orejas como antenas parabólicas.
No es que esté loca, o quién sabe, muchas veces me he preguntado si estaré deschavetada, lo que sí sé es que soy un poquito lunática y aunque no lo crean, me gusta; platico con la luna, le escribo poemas, y a veces hasta me salgo por la noche sólo para verla, tengo debilidad por ella, por eso digo que soy lunática.

Hablar sola es conveniente, a veces me regaño, me felicito, me cuento cosas que ya se, invento alguna historia para reírme, pero sobre todo, me cuento sueños, de esos que no se atreve uno a contarle a los demás porque son solo de uno.
No vayan a pensar que esta manía es por soledad y comiencen a sentir pena. ¡No! es lo peor que podrían hacerme "la pobre esta taaaan sola que tiene que pensar en voz alta para sentirse acompañada". No. Esto tiene historia. Un día, creo que tenía cinco o seis años, mi mamá me descubrió platicando sola y "pegó el grito en el cielo" cuando le dije que platicaba con mi abuelito Pablo que hacía poco tiempo había muerto y yo lo extrañaba mucho. La pobre se asustó tanto que no tuvo más remedio que contarle a la maestra Victoria si ése era un problema serio. No sé qué le respondería, pero seguro que de fantasmas nada y menos de soledad. Con una hermana desde antes de los dos años y ocho hermanos a los dieciocho, para nada es por sentirme sola. Lo que posiblemente sea es que comencé a hablar desde los diez meses de edad y desde entonces no paro de hacerlo. Aunque últimamente prefiera quedarme callada, tener espacios de silencio. Me gusta más escuchar, ver como hablan los otros, como mueven los labios y hacen gestos, su rostro expresa desde antes lo que van a decir y me gusta adivinarlo, o quizá pueda ser que soy una mujer creativa, no creo en los horóscopos, pero los que he leído dicen que debo dedicarme a la comunicación, ja ja imaginen si lo hubiera hecho, mis palabras serían como los trenes de gran velocidad. Prefiero creer que el espejo, la luna, el viento, son buenos escuchas y que por eso me gusta charlar con ellos, o que me gusta escuchar mi voz para motivarme, o que... "será el sereno", como decía mi abuelita, hablo sola y me gusta. Como dice el dicho "De músico, poeta y loco, todos tenemos un poco" y en mi caso mis soliloquios son una saludable realidad. Bueno, eso creo.

Les cuento esto porque hoy amanecí contenta, como casi todos los días, con una sensación de que encontraría en el espejo una buena noticia. Hoy el espejo me dijo que sería un buen día y sí lo fue. Aquí estoy a media noche sintiéndome todavía feliz.

P.D. Ah, no creo que yo sea una especie única en la tierra y en peligro de extinción. Estoy segura que hay muchas o muchos que ocultan esta hermosa y estrafalaria manera de comunicarse con uno mismo.

Victoria Luna

2 comentarios:

Elliot D. dijo...

Yo también estoy feliz..

Victoria Luna dijo...

Me alegra saberlo, Elliot D. Es señal que has andado por aquí. Un gran saludo.