A María … Victoria
Luna … luna.
A María la conocí hace
años; la encontré en una venta de garaje, esas que, entre otras cosas, siempre
ponen en puja toda clase de ingenuidades; ingenuidades que logran grandes
recaudos, por lo que aquel lugar permaneció vivo el tiempo suficiente para que
Maria encontrara su Luna y yo un espejo.
18 años después
seguimos concurriendo a lugares parecidos, que a final de cuentas, siguen
siendo inapropiados… los parroquianos han mutado, ¡vaya si lo han hecho! siguen
comprando, de vez en vez, de cuando en cuando, arrugas, canas pintadas,
vientres voluminosos y, como
siempre, alguna que otra ingenuidad. Es
como alguna vez dijera Bernard
Shaw, “bueno y original, sólo que lo que tiene de bueno no es original y lo que
tiene de original no es bueno”.
Nunca le terminó de convencer el argumento, por eso a Maria se le metió
la vida, y ella se dejó, le siguió en
torrente hasta perderse entre los pliegues del sentimiento adormecido,
acomodando caracolas aquí y allá, vistiendo sus calles con listones de muchos
colores, bajando y subiendo por sus familiaridades y sus rebeldías …. Hasta que un día, sus dedos temblaron, yo lo
vi, muy parecido al temblor que se siente cuando, una noche y una mano
recorren, sin prisas, sin pausas la piel…
la inundan, le cambian el color y grita en susurros, la rebasan, se
rebasa y entonces…. María comenzó a escribir como la Luna , esa que dice Sabines,
viene bien “tomar en dosis pequeñas" y por todo motivo; solo que Maria se
la tragó toda en un solo suspiro
Ella es, por momentos
también, un océano contenido… de noche
pareciera que todo él, es Luna… intenso, deslumbrante, avasallador, guerrero…. se
desborda. Es entonces cuando te toca desde la punta de tus prejuicios hasta el
alba, para de nuevo conservarse, mitigando sus locuras, alimentando sus
nostalgias, sabiéndose señora de pitiminí, esperando junto a su ventana, la
llegada de las lluvias para dibujar con ellas alguna ingenuidad.
Cuando leo a Maria
Luna, es como entrar a un laberinto de ansias e institucionalidades. Amo sus
modales, para aborrecerlos, luego que se despoja de ellos y la siento más yo y
me siento más ella.
Estoy pensando seriamente proponerle un viaje sin fin y sin retorno... hasta la luna.
Adriana Salgado
1 comentario:
Gracias, Ady. La amistad permanece entera, como un grano de arroz, como una taza de café sin probar porque la charla es más aromática y más sabrosa, porque entre lpalabra y palabra se detiene el tiempo.
Gracias porque a final de cuentas, estés cerca o lejos, vives en mi con todas nuestras coincidencias.
Maria Luna
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