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Nicanor Parra (1914-2018). Último emperador de la antipoesía

Tomado de la Revista Nexos

De los más de cien autores que nacieron en 1914 —Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar (argentinos), William Burroughs (estadounidense), Marguerite Duras (francesa), Dylan Thomas (inglés), Julián Marías (español) y los mexicanos Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas— solo uno, el antipoeta Nicanor Parra, alcanzó la cumbre de los 103 años. 

Y si a alguien se le ocurriera preguntar de qué murió el poeta, el propio Parra respondería: “…Déjense de preguntas./ En el lecho de muerte/ cada uno se rasca con sus uñas…”

Nacido en 1914 en San Fabián de Alico, cerca de Chillán, al sur de Chile, su familia estuvo vinculada al ambiente artístico de carácter popular, por lo que el futuro poeta creció en un ambiente de cantores ambulantes, juglares, trovadores y artistas de circo. Hijo de un guitarrista, bohemio, profesor de primaria, al referirse al peso que su padre tiene en su formación como poeta, señala: “Es un humor de grueso calibre, un humor medieval y de suburbio que no está ausente en la antipoesía… Creo sinceramente que las líneas principales de la antipoesía están dadas en el carácter de él: él vivía la antipoesía a diario”, escribe María Ángeles Pérez López en el prólogo a Páginas en blanco, publicado por la Universidad de Salamanca con motivo de la asignación del X Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana al poeta chileno en 2001.

Parra, una de las voces más originales de la poesía en lengua hispana del siglo XX, creador del movimiento poético de vanguardia conocido como antipoesía, nos deja a los lectores del siglo XXI libros como: Poemas y antipoemas (1954), La cueca larga (1958), Versos de salón (1962), Canciones Rusas (1967), Obra gruesa (1969), Hojas de Parra (1985), Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1977), Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1979) y Chistes pa/r/ra desorientar a la policía poesía (1983), Poemas para combatir la calvicie (1993), Páginas en blanco (2001), Obras completas, empezadas a difundir por Galaxia Gutenberg Círculo de Lectores a partir de 2006, así como abundantes “objetos prácticos” o artefactos visuales.

Pero a todo esto, ¿qué es la antipoesía? Para Artur Lundqvist es una expresión poética hecha a base de ásperos prosaísmos y efectos psicológicos sorpresivos; a la vez, compuesta de una fragmentación extraña que responde a experiencias inmediatas. Para María Ángeles Pérez López la antipoesía es la propuesta más arriesgada y radical de la poesía hispanoamericana contemporánea, y seguramente también de la poesía occidental. 

Gabriela Mistral lo anticipó como “el futuro poeta de Chile”. Neruda reconoció también los alcances de Nicanor. Lo hizo en versos acertados: “Este es el hombre/ que derrotó/ al suspiro/ y es muy capaz/ de encabezar/ la decapitación/ del suspirante.”

El propio Parra se pregunta en uno de sus poemas: “¿Qué es un antipoeta:/ Un comerciante en urnas y ataúdes?/ ¿Un sacerdote que no cree en nada?/ ¿Un general que duda de sí mismo?/ ¿Un vagabundo que se ríe de todo/ Hasta de la vejez y de la muerte?/ ¿Un interlocutor del mal carácter?/ ¿Un bailarín al borde del abismo?/ ¿Un narciso que ama a todo el mundo?/ ¿Un bromista sangriento/ Deliberadamente miserable?/ Un poeta que duerme en una silla?/ ¿Un alquimista de los tiempos modernos?/ ¿Un revolucionario de bolsillo?/ … Subraye la frase que considere correcta.”

Mediante un discurso provocadoramente intencional, aunque en apariencia inocente, sigue cuestionando, ya en pleno vuelo cartesiano: “¿Qué es la antipoesía:/ Un temporal en una tasa de té?/ ¿Una muchacha de nieve en una roca?/ ¿Un espejo que dice la verdad?/ ¿Un bofetón al rostro/ del Presidente de la Sociedad de escritores?/ ¿Una advertencia a los poetas jóvenes?/ ¿Una capilla ardiente sin difunto?/ Marque con una cruz/ La definición que considere correcta”. 

La obra de Nicanor Parra huye de las imágenes y los símbolos, es decir, de la elocuencia y la máscara, y mediante montajes sencillos y discursos en apariencia casuales e improvisados, se apropia de un humor corrosivo. Con los llamados “artefactos poéticos”, consistentes en tarjetas postales montadas sobre cajas de cartón en las que el poeta mezcla dibujos, fotografías y manuscritos, dota al texto de un sentido lingüístico y visual. Las cajas de Parra incluyen lo mismo un chiste que un epigrama alterado, lo mismo que refranes, sentencias, aforismos, eslogans, titulares de periódicos, proverbios, todo en un contexto de brevedad y juegos verbales. 

*

En junio 2016, durante un taller de poesía que impartí en la Casa de la Cultura Andrés Bello de Caracas —en homenaje al poeta chileno y para que los alumnos se familiarizaran con su singular obra— le había puesto el nombre de Nicanor Parra al taller. Llegué a las 10 de la mañana y ya había en la sala unos 15 alumnos. Al ver que no empezábamos les pregunté a los organizadores qué pasaba. “Esperamos al otro poeta que va a impartir el taller con usted”, dijo la encargada de la biblioteca. Pasó más de media hora y seguíamos igual. Argumenté que estábamos todos, que si podíamos iniciar. “Nada más que llegue el poeta Nicanor Parra y comenzamos”, fue la respuesta. “El poeta tiene más de 100 años, ya no viaja, le pusimos así al taller como un homenaje al creador de la antipoesía”, respondí. Pero mentí, sí estaba, al menos en el par de poemas de Parra que leímos en esa velada.

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Yo creo que Nicanor Parra murió de exceso de estaciones, fulminado por la punta de uno de sus artefactos. Parra —quien alguna vez dijo que la verdadera seriedad es cómica— es una especie de francotirador de la poesía del siglo XX, oficiante de un género artístico inventado por él en su modalidad de antipoesía.

 

Margarito Cuellar
Poeta y periodista. Su libro más reciente es Poemas para formar un río. Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2016.

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