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Después del asombro


                                                  (Fotografía tomada de internet)

Hoy amaneció nublado. Un fresco viento, que baja de la sierra, nos refrescó después de muchos días de sol paseándose hasta el rincón más recóndito de nuestra casa.
Me salí temprano a caminar dispuesta a disfrutar la mañana que prometía un día agradable.

Hoy vi a mi nieto por una pantalla tan pequeña, pero en la que cabe mi amado niño de casi tres años con toda su inocencia. Fue especialmente conmovedor verlo, escucharlo, sentirlo con esa emoción que solo un pequeño puede manifestar al ver a su abuela en este aparato que sirve para acortar de vez en cuando la distancia. Qué breve se me hace el momento y con cuánta nostalgia me quedo después de verlo.
Hoy me sentí felizmente asombrada cuando me pidió,  después de contarle que cuando viniera a casa tendría una fiesta de cumpleaños que su abuelo y yo le estábamos preparando, que su pastel fuera grande de Rayo Mcqueen, Mate y Franccesco y se alejó a su mesa para dibujarlo. Cuando terminó, con unas tijeras recortó un pedazo del pastel dibujado y dijo que era para el abuelo. Pasada la emoción se me quedó viendo y me dijo: ¿me enseñas algo yaya? No entendí qué era lo que quería ver y lo único que se me ocurrió fue mostrarle las cosas que reconoce como suyas en esta casa, su cuna, sus juguetes, entonces me sorprendió con una pregunta, ¿y mis regalos? Fue cuando comencé a entender, y le respondí que cuando viniera a vernos tendría muchos regalos porque sería su fiesta, pero no aceptó mi respuesta, yo lo acostumbré a que en cada visita que nos hace le tengo algún juguete pues quería verlo, porque para él ésta  era una visita, así que resolví el problema con dos cochecitos que ya había comprado, los saqué de la bolsa y se los mostré. Su sonrisa fue el mejor regalo para mí junto con sus palabras. ¡Ya quiero ir a tu casa, yaya! Y sucedió lo maravilloso de ser niño con toda su asombrosa inocencia. Corrió a su recámara y gritó: ¡Voy a prepararme! Volvió con sus croks y unos anteojos nuevos de sol y también sacó para su mamá unos zapatos. ¡Vamos, mamá, a casa de yaya! Su mamá conmovida y yo más le respondió, te ayudaré a preparar tus cosas y feliz le contestó,  síiiii, en una maleta chiquita!!!!!!!! Su emoción era tal que mi hija tuvo que explicarle, que en ese momento no podían venir, porque en tres días llegarían sus primos con su abue, que cuando ellos se fueran, se vendrían para acá. Parecía que escuchaba, aunque seguía preparándose, se puso las sandalias y sus anteojos, y le pidió a su madre que preparara la maleta. Nuevamente le cambiaron el tema y fue convencido de que primero tenía que merendar unos hot cakes, que le encantan, yo desde acá trataba de emocionarlo con la deliciosa merienda, tan entusiasmado estaba que hasta me dijo los ingredientes que usan cuando los preparan y bajó presuroso a la cocina. Mi hija y yo nos quedamos pasmadas con un nudo en la garganta y la sensibilidad columpiándose en los ojos. 

Hoy se asomó la inspiración por la cerradura de la puerta o mejor dicho, por la pantalla de mi celular y se anidó en mi corazón.

Por la noche, mi hija nos llamó para contarnos que a mi niño no se le olvidó nuestra plática y que antes de dormirse quiso preparar la maleta para los dos, porque venían a la casa de yaya y del abuelo (yaya soy yo, la abuela materna).

Hoy fue un buen día, de esos en que la distancia se vuelve un instante inolvidable. Es media noche y sigo enternecida. 

Recordé otro día cuando puso el iPad en su carrito del súper y me dijo: te voy a pasear yaya y tú me cuidas. Ya se imaginaran cómo se me pusieron los ojos y el corazón.

Esto de la tecnología me sigue rebasando.

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